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DIPLOMACIA CORPORATIVA
Por César Edgardo Martínez Flores
Indicios de esta interconectividad y sus efectos globalizadores los presenciamos con la crisis mexicana (el efecto “tequila”), la crisis argentina (el efecto “tango”) y en ambos casos vimos en primera fila que el denominado “efecto dominó” tenía muchas más repercusiones en una mayor cantidad de naciones.
A mayor interconectividad, mayor efecto global en todos los niveles.
La graduación de este fenómeno ocurrió con la crisis de los tigres asiáticos, en 1998, y sus repercusiones a nivel mundial. Surgía la globalización como nuevo orden internacional y con ella nuevos actores internacionales con los cuales los Estados necesariamente están llamados a negociar (o al menos entender) e interrelacionarse.
Las empresas lo entendieron. Y lo entendieron rápido.
El mundo pasó de mantener relaciones internacionales enfocadas entre Estados como sus actores fundamentales, en donde el Estado-nación era el único actor relevante y el enfoque era el “poder” o la sobrevivencia como motivador de las acciones de los Estados, a un escenario en donde interactúan a la misma vez y en diferentes intensidades, el Estado, las empresas multinacionales, la sociedad y los individuos.
En la guerra fría, la definición de la política exterior de un país era en una dimensión a dos vías, concebida como el conjunto de objetivos políticos que definen cómo un país se relaciona con otros países y esos objetivos, en la mayoría de las ocasiones, se podían catalogar en las siguientes categorías: preservar la seguridad nacional; preservar el interés nacional; objetivos ideológicos; y el desarrollo económico.
Pero el rol protagónico de las empresas multinacionales no era nuevo en las relaciones internacionales. Era discreto (cualidad muy valorada en la diplomacia) y por lo tanto efectivo.
Desde 1602 se tiene registros del impacto “mundial”, para la época de empresas como la Compañía de las Indias Orientales mantenía operaciones en Japón, India y Brasil y precisamente por el rol global de esas empresas hubo avances en las redes de transporte y comunicación.
Más aún, en pleno auge de la guerra fría, en 1971, Joseph Nye, el padre del “soft power” ya había predicho el rol de actor de las empresas multinacionales cuando las definía como “actores internacionales con sus propios intereses, con influencia más allá de lo local”.
Y de más está decirlo, pero igual lo diré, que hoy en día muchas de las empresas multinacionales, si fueran Estados, sus ingresos las ubicarían muy pero muy por encima de varios países desarrollados y economías emergentes.
Desde la perspectiva de Nye, las multinacionales como actores internacionales se comportaban mediante filiales en cada país negociando con los respectivos gobiernos pero con instrucciones de la casa matriz establecida en otro país y con su respectivo gobierno.
Una vez presentado el rol de actor internacional de las empresas multinacionales (EMN), es válido afirmar que siendo así definirán su propia política exterior. Su política exterior corporativa, que no es más que el conjunto de objetivos que definen cómo una empresa se relaciona con los gobiernos, el mercado, las sociedades y los individuos.
Esa política exterior corporativa debe ser diseñada para impulsar la posición global de la empresa y asegurar la defensa de los intereses de los accionistas.
Y esto me lleva a plantear lo siguiente. Siendo un orden mundial interconectado, la política exterior corporativa es multidimensional, pues está obligada a vincularse con al menos cuatro dimensiones:
Dimensión mercado: identificación de los factores globales de mercado que pueden afectar la cadena de valor de la empresa y cómo lidiar con eso.
Dimensión gobierno: identificación de cómo los Estados pueden afectar la incursión de la empresa y su propósito en cada nación.
Dimensión sociedad: identificación de cómo la sociedad organizada puede afectar o beneficiar a la empresa con sus legítimas demandas sociales.
Dimensión información: definición de estrategias globales de comunicación en las dimensiones del mercado, gobierno y sociedad, que hoy día desde el Estado se le ha dado por denominar Diplomacia Pública.
La formulación de esta política exterior corporativa (PEC) demandará entonces la figura de un diplomático corporativo o un responsable de la política exterior corporativa. Y lejos del estereotipo del diplomático tradicional, el perfil del diplomático corporativo está bien delineado.
Es todo funcionario de una empresa designado para diseñar, gerenciar (administrar) y monitorear la PEC, sin importar el nivel de participación de dicho funcionario, si es responsable de alguna dimensión de la estrategia internacional de la empresa, asume el perfil de diplomático corporativo.
Sus funciones están claras: formula la política exterior corporativa; ejecuta los objetivos de dicha política exterior corporativa y negocia en nombre de su empresa con los cuatro públicos meta de las dimensiones antes mencionadas.
El cargo demanda al menos las siguientes habilidades: capacidad de negociación; conocimientos de macro y micro economía, de política internacional, de protocolo internacional y diferencias culturales; idiomas; finanzas; derecho con énfasis en los contratos internacionales; de mercadeo internacional y de manejo de crisis.
La globalización nos envuelve. No nos espera a que nos adaptemos. Avanza y lo hace con paso firme. Las oportunidades que se abren en el ámbito público y privado.
Las EMN así lo entendieron y se han ido adaptando a ese cambio. Sus negociadores y agentes “diplomáticos” despliegan sus habilidades en un gran nivel, sobrepasando en muchos casos la expertise de algunos países subdesarrollados y en vías de desarrollo.
Y si bien la excusa es el camino más corto para explicar las deficiencias, la preparación de las nuevas generaciones de internacionalistas en nuevas y variadas áreas del ejercicio de la carrera, como ésta, constituyen una responsabilidad para los que les hemos antecedido.
La diplomacia corporativa es la evidencia del poder de la globalización para romper esquemas, como el autor lo menciona el cambio es inevitable y es necesario que estemos preparados lo mejor posible para los retos de un mundo que esta avanzando constantemente.
ResponderBorrarComo se menciona, los cambios son inevitables, en especial gracias a la globalización. Es una demostración de que todos debemos estar preparados para los constantes cambios que están sucediendo a nivel mundial de una manera algo acelerada. La diplomacia corporativa como bien es abordada en este aporte, nos muestra como esta ha sido una de las tantas evidencias que tenemos acerca del poder e impacto que tiene la globalización.
ResponderBorrarLa Diplomacia Corporativa es la que surge de la globalización, es decir, que es la que demuestra los constantes cambios que surgen cada vez, asi mismo, es la que prepara a las empresas para lograr sus objetivos aun con los constantes cambios.
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