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Diplomacia Digital

Por Brenda Hernández de Argueta (*)

En el creciente imperio mediático global, me atrevo a emplear el siguiente refrán: “a vaca vieja, novilla brava”. Pero, ¿a perro viejo trucos nuevos? Sí. La Diplomacia como práctica política tiene su origen en antiguas civilizaciones como China, India y Egipto, luego se institucionaliza en Grecia y pasa después a Roma, he aquí nuestra vaca vieja. Ahora bien, ha surgido una nueva herramienta: la Diplomacia Digital, ¿qué tan brava resulta esta novilla?

Existen diferentes tipos de Diplomacia, como la clásica, corporativa, Ad hoc, parlamentaria, permanente, entre otras, dada su constante evolución a lo largo de la historia; pero un acontecimiento mundial marca la diferencia de esta práctica: el uso generalizado y popular de la radio, introduciendo así un medio de comunicación masivo en los años 20 y 30, dando paso a la Diplomacia Pública.

Ahora bien, hay dos corrientes de pensamiento, la primera sostiene que la Diplomacia Digital es un nuevo utensilio en la conducción de la Diplomacia Pública; la segunda, que es una extensión de esta. La definición sobre Diplomacia Pública indica que se refiere a procesos en los cuales diferentes países buscan lograr sus objetivos de política exterior, comunicándose con públicos extranjeros y crear un clima positivo para la aceptación de políticas propias.

Se están suscitando cambios en las Relaciones Internacionales alrededor de la Sociedad Internacional y los actores nuevos en el escenario actual, planteando retos inéditos a la Política Exterior de los Estados; de manera especial en el ámbito comunicacional. La información está al alcance de una enorme cantidad de receptores, los mensajes traspasan fronteras mucho más rápido, con menos obstáculos e intermediarios.

En el marco del aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información, los ministerios de relaciones exteriores han comenzado a modificar sus estructuras, provocando variación en el perfil diplomático. Se han multiplicado las iniciativas para extender la influencia y la visibilidad de los países, pero también es terreno propicio para que los actores no estatales promuevan sus intereses. Las redes sociales son el epítome de la Diplomacia Digital.

Las redes sociales generan oportunidades para la participación de otros actores que no son Estados, posibilita la diplomacia pública y la consecución de objetivos políticos. Si no fuera tan relevante, no habría polémica por el “reconocimiento” de Kosovo por parte de Facebook, la disputa con Google Maps por el establecimiento de las fronteras en Palestina, la censura que algunos buscadores ejercen en China o el activismo digital de unos y otros.

Pareciera ser todo color de rosa, pero también ha creado nuevos problemas: seguridad, confidencialidad y transparencia. El ciber espionaje es uno de ellos, donde las actuales infraestructuras de software se han validado como vulnerables. Un ejemplo claro fueron los cables revelados por WikiLeaks, que a razón de tal hecho la OTAN haya incluido en la Public Diplomacy Division una sección dedicada a los medios digitales. 

Retos desafiantes y oportunidades valiosas, como son la gestión del conocimiento, la mejora de los canales de comunicación para asuntos consulares, o la promoción de la diplomacia pública; vienen a consecuencia del ejercicio de la Diplomacia Digital aunado a una enraizada brecha tecnológica. El riesgo que pueda afectar no solo la imagen pública de un país, su prestigio y su reputación, sino también, la propia seguridad del Estado, prevalece.

A través de su canal en Twitter, una embajada puede establecer con facilidad comunicaciones bidireccionales con sus seguidores. En lugar de hablar al público a través de la televisión, los diplomáticos ahora tienen la capacidad de conversar con públicos extranjeros respondiendo a las publicaciones en sus perfiles de Facebook. Este es el diálogo hecho posible por la Diplomacia Digital que podría reemplazar el monólogo de la Diplomacia Pública. 

Dicha comunicación recíproca ofrece mayores oportunidades de participación con audiencia extranjera, de manera tal que puede facilitar la creación de relaciones entre un país y la población de otro. De momento, la Diplomacia Pública es quien encabeza el abanico de acciones y propuestas en el presente orden internacional. Ahora bien, desencadena la urgencia por idear y desarrollar una especie de geoestrategia digital diplomática. 

Los Ministerios de Asuntos Exteriores y las organizaciones multilaterales promueven cada día acciones y emprenden iniciativas que tratan de influir, participar o atender a los ciudadanos en el área digital; por tal motivo, su importancia reside en el conjunto de ideas que dan forma a internet y a los medios de comunicación nuevos, así como su gestión global que debe incluir la protección de los derechos individuales en la red.

En este escenario, parece oportuno pensar una estrategia que incluya el entorno digital entre sus acciones. Saber aprovechar las oportunidades (gestión del conocimiento, mejora de los canales de comunicación para asuntos consulares, promoción de la Diplomacia Pública) y reducir los riesgos (la irrupción de los big data, el fortalecimiento de la libertad de expresión o la propia neutralidad de la red) se vuelve de interés nacional, incluso de supervivencia. 

En conclusión; por el momento, el corazón de la actividad diplomática permanece inalterable: representar, negociar, proteger y promover los intereses de un Estado ante terceros. En relación con las infraestructuras de software, recomiendo la creación de una conexión de cable de fibra óptica transatlántica para optimizar la seguridad de Internet y la privacidad de inteligencia e información sensible para garantizar la infalibilidad. 

La Diplomacia Digital merece nuestra atención y participación, aunque el alcance de la transformación que puede generar, no está definido. De forma escueta, podría indicarse que se trata del uso de la web y las redes sociales para la consecución de los objetivos establecidos en la acción y la política exterior de un país, a través de ministros, diplomáticos, académicos, periodistas, think tanks y ciudadanos particulares. 

La Diplomacia convencional avanza, pero la Diplomacia Digital va más allá. Así que, esta novilla se nutrirá y crecerá hasta convertirse en una vaca fuerte, robusta, plena y productiva; sobre todo armada con un par de cuernos imponentes para la defensa y conservación de las Fuentes y Principios del Derecho Internacional y de la Diplomacia, porque no, no dejará de ser brava.

 


BIBLIOGRAFÍA:

 

  • DIZRAD Jr, W. (2001). “Diplomacia digital Política exterior de Estados Unidos en la era de la información”. Londres.

 

  • HALLAMS, E. (2010). “Digital diplomacy: the internet, the battle for ideas & US foreign policy”. CEU Political Science Journal, 4, 538-574. 

 


  • ROBERTS, WR (2007). “¿Qué es la diplomacia pública? Prácticas pasadas, conducta presente, posible futuro”. Mediterranean Quarterly, 18 (4), 36-52.


FOTOGRAFÍA TOMADA DE SIN FINES COMERCIALES

https://diplo.smugmug.com/ILLUSTRATIONS/Diplomacy/EDiplomacy/E-diplomacy/i-jKGrF89 


(*) Hola, soy Brenda Aracely Hernández, estudiante de Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Dr. José Matías Delgado en El Salvador. Defensora del pensamiento divergente y practicante del Think outside the box te invito a reflexionar conmigo sobre mis intereses personales: La diplomacia en todas sus formas y el desarrollo de la Política exterior que rigen el curso del Orden Internacional.

Comentarios

  1. Muy enriquecedor y de actualidad! La diplomacia digital se ha visto muy fortalecida por la pandemia, importante tener estas ideas en mente.

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  2. La diplomacia juega un papel trascendente en las relaciones internacionales. De ella depende la paz, la salud y el comercio global. Muchas gracias Brenda por tus importantes aportes...

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