CONTRIBUCIÓN ESPECIAL


Cuando El Salvador solicitó a los Estados Unidos una interpretación auténtica de la Doctrina Monroe

Embajador Roberto Mejía Trabanino (*)

En las relaciones entre Estados siempre existe la libertad de acción junto a normas y prácticas que siguen y se sitúan en intercambios diplomáticos que puede manifestarse por iniciativas propia y con determinado interés, y así puede ubicarse el gesto de El Salvador, un pequeño país latinoamericano que llamó la atención de la comunidad internacional, cuando decidió solicitar a los Estados Unidos “emitir el concepto auténtico de la Doctrina Monroe, tal como la entiende en el momento histórico actual y en sus proyecciones futuras”, mediante una nota de la Cancillería enviada al Departamento de Estado, fechada 14 de diciembre de 1919, y con base a la respuesta recibida, procedería El Salvador a adherirse a la Sociedad de las Naciones (SDN), también conocida como Liga de las Naciones -antecesora de la ONU- creada para salvaguardar la paz, gravemente afectada por la Primera Guerra Mundial recién concluida.

La ocurrencia de este hecho y el proceso seguido para exponerlo en este artículo, de forma y contenido histórico, político y diplomático, fue generado del “Libro Rosado” del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en 1920, que contiene los principales documentos diplomáticos relativos a la actuación de la Cancillería salvadoreña, sobre la aceptación y adhesión de El Salvador al Pacto de la SDN.

Con este antecedente destacamos los sucesos que se dieron, partiendo de que El Salvador, en su condición de neutral en la Primera Guerra Mundial, fue invitado para que expusiera sus puntos de vista sobre el Pacto constitutivo de la SDN, resaltando en el mismo, la propuesta incluida del presidente Wilson al artículo 21, con una referencia a la Doctrina Monroe, en los siguientes términos: “Ninguna de las estipulaciones de este pacto se considerará que afecte la validez de los compromisos internacionales, tales como tratados de arbitraje e inteligencias regionales como la Doctrina Monroe, que tienden a asegurar el mantenimiento de la paz”.

De esta manera, el presidente de los Estados Unidos buscaba reafirmar la Doctrina Monroe, enunciada en 1823, como parte del interés nacional del país, para evitar que las potencias europeas ampliaran o extendieran su dominio en las nuevas repúblicas latinoamericanas que alcanzaban su independencia. Es bien sabido que, con el tiempo, se transformó en un instrumento político de las intervenciones estadounidenses en América Latina, bajo la consigna de “América para los americanos” del norte, utilizándola para ampliar la hegemonía de los Estados Unidos en la región.

El camino lo había abierto El Salvador y se arriesgaba a la pasividad o negativa de los Estados Unidos de pronunciarse al respecto. No sabemos, a ciencia cierta el motivo que tuvo la Cancillería salvadoreña para hacer esa propuesta, cuando había otras salidas por las que optaron otros países latinoamericanos: la reserva al artículo, sin embargo, de hacerlo no serían considerados como miembros originarios o, simplemente, asumir y dejar constancia oficial de no reconocer dicha Doctrina como un “entendimiento regional”. En todo caso, la forma en como estaba redactado el artículo 21, les causaba resentimiento y preocupación a los países latinoamericanos.

Talvez se consideró, por parte de la Cancillería, que con ese accionar diplomático muy propio, se abrigaba la esperanza que los Estados Unidos reaccionarían en un justo nivel con respecto a su visión sobre dicha Doctrina, que la mantenía como un derecho supeditado y en armonía a las necesidades de la política exterior, y así se entendería mejor su posición, y de esa manera El Salvador se jactaría frente a los países latinoamericanos de que por su intermediación, con la respuesta recibida del Departamento de Estado “borraría todo posible prejuicio sobre la correcta interpretación que merece la Doctrina Monroe”.

Pues bien, la nota oficial No. 752 de la Cancillería salvadoreña, del 14 de diciembre de 1919, la firmó el Ministro de Relaciones Exteriores Juan Francisco Paredes, y a través de la Legación de El Salvador en Washington, ya traducida al inglés, remitida al Departamento de Estado el 12 de enero de 1920, para el Secretario de Estado Robert Lansing. Es interesante su redacción, conforme al estilo de esa época, lleno de cortesías y lenguaje pomposamente adornado, y que deja entrever dentro de todo, un señalamiento a favor de los Estados Unidos por las circunstancias históricas que motivaron a aplicar la Doctrina Monroe y a la vez, la inquietud porque a nivel latinoamericano se había venido prestando a diversas interpretaciones.

La Cancillería salvadoreña desplegó intensos esfuerzos ante el Departamento de Estado y se sintió aliviada cuando la tan esperada respuesta se conoció finalmente el 26 de febrero de 1920, comunicando en la nota diplomática recibida que la opinión de los Estados Unidos, con referencia a la Doctrina Monroe, había sido expuesta en el discurso pronunciado por el presidente Wilson en el Segundo Congreso Científico Panamericano en enero de 1916, y copia del mismo se anexaba. Resulta interesante señalar que en el fondo del discurso del presidente Wilson, nuevamente se reafirmaba la concepción histórica de la Doctrina Monroe y se matizaba la política y propósitos que tenía los Estados Unidos en sus relaciones con sus vecinos del sur.

Como era de esperarse, el Canciller salvadoreño se manifestó complacido de la respuesta en el sentido que la interpretación, desde su punto de vista era valiosa y así se determinó de mérito que lo era, en los considerandos del Decreto del Poder Ejecutivo, firmado por el presidente de la República Jorge Meléndez, fechado 5 de marzo de 1920, y que fue enviado a la Asamblea Legislativa, que aprobó y alabó la gestión internacional del gobierno salvadoreño, procediendo a ratificar cinco días después la adhesión de El Salvador al Pacto de la SDN, que había entrado en vigencia el 10 de enero anterior.

Fue todo un desafío diplomático la postura que El Salvador asumió, y se hizo visible y evidente a nivel internacional el esfuerzo sostenido, y que la respuesta recibida de los Estados Unidos, tuvo que tomarse con un criterio práctico y receptivo, que resultó determinante y de mucho peso en la decisión política de las autoridades estatales para adherirse a la SDN.

(*) El autor es Diplomático de carrera escalafonado en la categoría de Embajador y miembro de la Agrupación de Diplomáticos Salvadoreños


Comentarios

  1. Muchas gracias! que emoción poder leer estos acontecimientos que involucran directamente a nuestro país, es de resaltar la visión y posición de nuestros mandatarios y diplomáticos. Considero de importancia, desde esos años, lo valioso de hablar inglés, y lástima que no ahonda en como se realizó la traducción!!! Gracia nuevamente por tal invaluable información!!!!!
    Espero que podamos seguir conociendo estos hechos maravillosos!!!

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  2. Excelente artículo del Embajador Mejía Trabanino. ¡Felicitaciones! Esperemos con ansias sus próximos trabajos.

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