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Irán en la política interna de Estados Unidos 2020-2021: el impeachment contra Donald Trump y el asesinato de Qassem Soleimani

Por Néstor Véliz Catalán (*)


Resumen:

En este artículo se expone un aporte interpretativo sobre la importancia que tuvo la eliminación física del general iraní Qassem Soleimani en la política interna estadounidense en el marco del impeachment contra Donald Trump, presidente entre 2017 y 2021.  A través del recorrido narrativo que se presenta, se evidencia la compatibilidad entre la administración israelí y su par estadounidense en un enfrentamiento contra los intereses del llamado “Eje de la Resistencia”, que lleva a recapitular la guerra del partido libanés Hezbollah contra Israel en 2006, conflicto que contó con la asistencia del militar iraní.  Asimismo, se dimensiona la resonancia que alcanzó la figura de este líder a un año de su eliminación física, aspecto que lo eleva a la estatura de mártir no solamente para su país, sino para el contexto de aliados de Irán, países y movimientos nucleados por oposición a Estados unidos y la fe chiíta.


Palabras clave: Donald Trump, Eje de la Resistencia, Impeachment, Irán, Qassem Soleimani.

Introducción

El argumento central de este artículo es encontrar cómo la muerte del connotado militar iraní Qassem Soleimani fue instrumentalizada como pivote en un momento crítico para la administración Trump, que enfrentó a fines de 2019 e inicios del siguiente año, un juicio político que involucró varias acusaciones que van desde la alta traición hasta el fraude electoral.  Para iniciar con ello se analiza la coyuntura política en que este asesinato tuvo lugar, que fue de confluencia del ataque por milicianos chiítas a la embajada estadounidense y de ejercicios militares conjuntos con Rusia y China.

Seguidamente, se define al Eje de la Resistencia, un bloque político y militar que emerge como frente de oposición a la influencia de Estados Unidos e Israel, siendo Irán uno de sus principales baluartes.  En complemento a ello, se revisa el desempeño de Qassem Soleimani como luchador contra los diversos brotes del terrorismo de raíz sunnita como es el caso de ISIS, Al Qaeda y sus afiliados en las fronteras de Irán. Para concluir, se analiza brevemente el impacto en la política hacia los frentes de lucha en Medio Oriente en el contexto del impeachment o juicio político entablado contra Donald Trump.  Esto es particularmente vinculante con los movimientos hacia Irán, país enfrentado a Estados Unidos desde 1979.  Finalmente, se expresa una proyección de Soleimani hacia la posteridad cuando alcanza la estatura de mártir y de héroe antiterrorista y antiimperialista para las nuevas generaciones.

La coyuntura del ataque que cortó la vida del militar más poderoso de Irán:

La principal tesis que se expone en este artículo orienta la localización de la causa del asesinato de Qassem Soleimani como generador de un impacto positivo en la opinión pública norteamericana ante el inicio del impeachment o juicio político al presidente Donald Trump.  Básicamente, el mandatario se encontraba acusado, ante el Senado, de cargos por abuso de poder y traición a la patria debido al descubrimiento de manipuleos en el recuento de los votos cuando fue electo en 2016.

La muerte del líder militar iraní tuvo lugar en un ataque con drones en la periferia norte de Bagdad en la madrugada del día 3 de enero de 2020.  En dicha agresión también murieron varios funcionarios iraníes y el jefe de las Unidades Populares de Defensa (Kataeb al Sha’abi), milicias chiítas  que vandalizaron a fines de diciembre de 2019 la Embajada de Estados Unidos en la Zona Verde-, Abu Mahdi al Mohandes. 

En el aspecto macro, en esos días se realizaron ejercicios militares conjuntos con Rusia y China, lo que reforzaba los vínculos económicos y militares con los principales abastecedores de armas al mercado iraní.  También, se arribaba a los 20 meses desde que la administración Trump iniciara la presión sobre el país debido a su abandono del tratado sobre uso de los programas nucleares, el cual Irán ha insistido sostener con fines pacíficos (mayo 2018).

Este ataque no solamente  el descabezamiento del liderazgo estratégico de la proyección militar al exterior de Irán en un momento de revitalización de la hegemonía estadounidense, sino también un golpe a la beligerancia  planteada por el llamado “Eje de la resistencia”, conformado por Irán, Siria y el movimiento chiíta libanés Hezbollah, que con su convocatoria masiva y gran presencia política y militar en el país levantino supone un poder paralelo.

El cargo desempeñado por Soleimani era, a su muerte, el de jefe de la Guardia Revolucionaria iraní, Fuerza Al Quds, siendo una de las principales figuras del régimen.  Con una popularidad a tope, impulsada por su destacada actuación contra los grupos tafkiris de Daesh (ISIS) y otros grupos jihadistas sunnitas en Siria e Irak, fue objeto de grandes homenajes fúnebres, que incluyeron un funeral multitudinario en la capital iraquí, su traslado a la ciudad santa de Karbalah y solemnes como conmovedoras procesiones en Ahvaz, Teherán y Kermán, cerca de la cual nació en marzo de 1957 en el seno de una familia campesina  residente en la  localidad de Qanat e- Malek (sudeste).

El Eje de la Resistencia: frente común de lucha contra Estados Unidos forjado al calor de las invasiones justificadas por el terrorismo y la guerra con Israel 

La presencia estadounidense en Oriente Medio se apuntaló a partir de la Guerra contra el terrorismo, la cual llevó a la intervención en Afganistán en octubre de 2001, así como a la invasión y ocupaciòn de Irak en abril de 2003.  Estas invasiones concretizaron una nueva avanzada intervencionista llevada a cabo como venganza por los controvertidos ataques del 11-S en Nueva York.  El pretexto fundamental para proceder de dicha forma fue el apoyo y albergue que los talibanes afganos le dieron al grupo perpetrador de los atentados en Estados Unidos, al Qaeda, y en 2003, los supuestos nexos entre éstos y Saddam Hussein, a quien se presentó como un tirano poseedor de arsenales nucleares que serían entregados fácilmente a organizaciones terroristas.

 Además, la administración Bush Jr., estableció una doctrina militar y política como correctivo para la existencia de países que, según las agencias de seguridad estadounidenses, apoyaron y cobijaron al terrorismo, la imposición de la democracia por la fuerza, configurando un “Eje del Mal” conformado por varias naciones regidas por regímenes autoritarios o fundamentalistas, acusados por Estados Unidos de financiar y apoyar a organizaciones terroristas, como era el caso de Irak, Afganistán, Siria, Corea del Norte, Libia e Irán.  Además de complacer a la masa de votantes republicanos y los sectores duros de la derecha estadounidense, estas doctrinas apuntaron a la reconfiguración política del Medio Oriente, lo que estaba en sintonía con anteriores planes israelíes como el “Plan Yinon” o proyecto del “Gran Israel”, con lo que también las instancias del poder judío como el AIPAC encontraron perspectivas halagüeñas a futuro. 

Pese a lo que se pueda pensar, si se sustenta una orientación anti-imperialista, la intervención norteamericana contó con colaboradores en la región.  Desde la Alianza del Norte afgana, pasando por variados movimientos de oposición iraquí,  Estados Unidos tejió una red de alianzas con algunos sectores de los países incluidos en el Eje que le brindó un soporte para afianzarse en la región.  Existía, para 2001, un conjunto de recursos desde los cuales desplegar acciones y movimientos militares.  El régimen iraquí estaba ya “ahogado” por la ONU desde 1991 con prohibición de sobrevolar extensas zonas de exclusión aérea en el norte y el sur desde el fin de la Guerra del Golfo, además, existían una red de bases militares en torno al Golfo Pérsico.  Políticamente, la administración Bush también echó mano del apoyo de sus aliados tradicionales en la región, el Estado de Israel y el reino de Arabia Saudita.

Ante esta ofensiva estadounidense, el régimen iraní planteó una táctica de oposición que tuvo un gran componente estratégico que no se manifestó de forma abierta en lo militar.  De manera discreta, Irán acuerpó a liderazgos chiítas cuando el panorama político de Irak era reconfigurado por la Casa Blanca en la era post-Saddam.  Una vez sopesadas las posibilidades de golpear militarmente a las fuerzas de Estados Unidos, el hartazgo e indignación popular por la ocupación dio lugar al estallido de rebeliones al año siguiente de iniciarse la ocupación, destacando como líder de uno de los principales frentes de oposición a la administración del gobernador estadounidense Paul Bremer, como el forjado por Moqtada al Sadr, religioso hijo de un líder con fuertes nexos con Irán, como sucedió con el Ayatollah Alí Al-Sistani, durante mucho tiempo refugiado en Irán en tiempos de Saddam Hussein

 Quien catalizó todas estas reacciones en favor de la causa iraní fue Soleimani, puesto que su accionar militar se complementó con un importante componente diplomático útil para trabajar por la formación de un eje chiíta desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo, para lo cual, su capacidad de hablar fluidamente el árabe resultó crucial. (Arango, 2020)  Este eje constituía también el contexto en el que se proyectó una red de oleoductos que llevaría el petróleo desde los complejos marítimos  del Golfo Pérsico al Mar Mediterráneo.

Sobre si, existió coordinación entre los movimientos de la rebelión chiíta en Irak y los planes de lucha de Irán, puede lucubrarse mucho sin llegar a una conclusión cerrada con respecto a la importancia de ello en la proyección externa iraní, lo que contribuyó a conformar el Eje de la Resistencia.  Empero, existe un “momento” de este movimiento que contribuyó a cohesionar a fuerzas de más allá de las fronteras iraníes en una alianza militar: la participación de Irán en la guerra entre Hezbollah e Israel en julio-agosto  de 2006.

Este aspecto militar, que prima facie no se vincula con el régimen iraní fue parte de una de las primeras coyunturas en que intervino el genio estratégico de Qassem Soleimani.  En boca del mismo, -en una entrevista realizada poco antes de su fallecimiento-, el desencadenante de este conflicto fue el descubrimiento, por la inteligencia iraní y de Hezbollah, de un plan sionista de lo que llamó “modificación del equilibrio étnico” tras una expulsión y traslado de los chiítas libaneses de sus territorios ocupados por siglos, lo que comparó al proceder de los judíos con la ocupación sionista de Palestina (Hispan TV, 2019).

Esta afrenta, que supondría la expulsión de pobladores por motivos religiosos, dejaría puerta libre para poner pinzas a Hezbollah.  La lectura estratégica llevada a cabo por jerarcas de dicho movimiento como Imad Mugniyah y Soleimani mismo, ayudó a idear planes para disminuir el poder de Israel, considerado, -dado el resultado de las guerras contra los países árabes- una potencia militar quasi invencible, que “machacaba” a la población palestina cuando Hamás u otro de sus grupos militantes lanzaban alguna ofensiva o realizaban ataques suicidas sin que hubiese país o institución que lo impidiera.

Fue así como el iraní participó en el planeamiento del secuestro de dos soldados israelíes en la frontera hacia julio de 2006, punto en el que inició la campaña de bombardeos y ataques contra posiciones de Hezbollah en todo el país.  El Ejército Nacional, rebasado en poder de convocatoria y de proyección social en el mosaico interétnico, interconfesional e intersectorial libanés por la agrupación chiíta, quedó al margen de la lucha.  Por ello, otros movimientos chiítas como Amal, se amparaban en la acción de la resistencia de Hezbollah, la cual, durante los 33 días de asedio, supo responder con altura en el aspecto militar, causando numerosas bajas al Ejército israelí, lo que no sucedía desde la guerra de Yom Kippur (1973-1974), invocada como la primera vez que los árabes propinaron varias derrotas a los israelíes, si bien, el resultado final fue adverso.  Soleimani, en su entrevista de 2019,  manifestó haber enfrentado el fuego enemigo y presenciar, uno a uno, los días de las ofensivas del Tsahal, la Marina y aviación de Israel sobre el Líbano. (Hispan TV, 2019)  

La salida victoriosa de la agrupación chiíta tras poco más de un mes de guerra, vivificó la alianza con Siria e Irán, sus aliados tradicionales desde tiempos de Hafez al Assad y el Ayatollah Jomeini, lo que se evidenció en octubre y noviembre de 1983, cuando se produjo la retirada norteamericana a golpe de atentados suicidas organizados, entre otros, por Mugniyah, mostrando una alianza entre Hezbollah y los servicios secretos sirios (Curtis, 2016).  Esta victoria, si bien costosa, activó una postura común de repudio a la injerencia norteamericana y a su tutelaje sobre Israel, algo que ha resultado nefasto no solamente para los palestinos, sino también para los países árabes vecinos.

A pesar de que, no existe ninguna declaración formal de unión política o de unificación de los mandos militares, el Eje de la Resistencia se afirmó con el hito libanés de 2006 y cobró una gran importancia en lo sucesivo.  El apoyo de sus vecinos y aliados, le permitió a Irán manifestarse con solvencia en el contrapunteo con Occidente por su programa nuclear, así como en los intentos de ahogar su economía con restricciones y embargos de parte de Estados Unidos.

Fuera de Oriente Próximo, en aquellos años, Irán tuvo un gran apoyo de parte del líder venezolano Hugo Chávez Frías, gobernante del país de la región iberoamericana que mayor acercamiento ha tenido a Medio Oriente merced a su carácter de exportador masivo de petróleo.  Este líder, en numerosas alocuciones públicas, repudió y condenó al asedio estadounidense a Irán y a la lucha antiimperialista de larga data sostenida por el régimen teocrático, a la que encontró similar a la encarnada por el proyecto bolivariano contra el imperialismo.  Esta compatibilidad llevó a una alianza entre este país  y Venezuela, sumamente acentuada mientras duró la presidencia de Mahmud Ahmadinejad, de tendencias recalcitrantes y conservadoras. 

Debido a ello, fueron abundantes los acuerdos de cooperación entre ambas naciones, así como la retórica de parte del líder bolivariano en favor del papel central de Irán en un Eje que, no solamente se opuso a Estados Unidos en la propaganda y la ideología, sino que plasmó, en un pulso militar, su capacidad para confrontar y hacer retroceder a las fuerzas imperialistas.  En tiempos de una administración agresiva como la de Bush Jr (2001-2009), tanto Chávez como Ahmadinejad encendieron con su discurso vindicativo la pugna contra Estados Unidos y el Estado hebreo, llegando el primero a insultar al presidente estadounidense en su intervención de 2006 ante el pleno de  la Asamblea de la  ONU y maldecir abiertamente a Israel y el otro a minimizar el Holocausto y sugerir que, la compensación a los judíos por el exterminio realizado sobre ellos por el nazismo,  no debía haberse hecho con tierra habitada por los árabes, sino por territorio alemán y austríaco.

El desempeño antiterrorista de Soleimani en Siria, labor que le valió la estrella más brillante en su carrera

Posiblemente, para abordar a Soleimani como líder y luchador anti-terrorista habría que matizar el significado aquí del vocablo “terrorismo”, pues como sabemos, de cara a la Historia, este concepto ha tenido variadas resonancias y significaciones a través del tiempo y las etapas en que Estados Unidos ha intervenido en el Oriente Medio.  Estas intervenciones han generado diversas formas de comprender y atribuir el terrorismo de parte de las potencias hegemónicas, los poderes invasores que han acudido a la región después de su descolonización formal, configurando nuevas relaciones de dependencia a través de las conexiones económicas configuradas con el tráfico hacia el occidente industrializado y otras regiones del petróleo crudo y sus refinados.

El análisis de esta condición para el juego político e ideológico en que intervino Soleimani combatiendo al Daesh o Estado Islámico en la guerra civil siria y su proyección hacia Irak, permite entender que, para la óptica iraní, la asignación de terrorismo recae en los sunnitas radicales, continuadores de la pugna sectaria que se remonta a las primeras décadas después de la muerte de Mahoma, donde tuvieron lugar enfrentamientos internos por la dirección política del Islam, lo que engendró el primer Califato, gobernado por los Omeyas de Damasco.  Con la coyuntura generada por las invasiones norteamericanas en las vecindades de Irán, este posicionamiento tiene un fuerte asidero en la realidad, por cuanto, es conocido que las agencias de inteligencia, -extensión de un poder hostil a la Revolución Islámica- instrumentalizaron y entrenaron a extremistas sunnitas contra la Unión Soviética desde 1980, lo que dio inicio a la existencia de Al Qaeda y de las primeras cohortes de terroristas dirigidas por Osama bin Laden.

Soleimani, a la cabeza de la élite del aparato militar iraní, intervino en la lucha de Siria, país aliado de Irán desde los inicios de su lucha contra Irak en tiempos de Saddam Hussein.  Este nuevo frente abierto le permitió aprovechar la experiencia adquirida durante años de empeñarse en el control de la frontera oriental, corredor de opio y, últimamente, sede del accionar de grupos sunitas extremistas como “Jundalah” (“guerreros de Dios”).  Esta facción, inspirada en la lucha de los talibanes afganos ha atacado a las fuerzas gubernamentales y acosado a la población en zonas cercanas a las fronteras con Afganistán y Pakistán, que dicho sea de paso, pertenecen a varias minorías étnicas  de confesión sunita, como es el caso de los baluchis  y otros grupos de la frontera oriental.


El alcance del culto a la figura de Qassem Soleimani antes de su muerte no se limitó al Oriente Medio, sino que se extendió al arte visual europeo, como lo muestra la obra “The shadow comander” (“El comandante de las sombras”) del arquitecto e ilustrador polaco Krzysztof Domaradzki, incluida en el artículo del periódico “The New Yorker” titulado “The Shadow Commander: Qassem Suleimani is the Iranian operative who has been reshaping the Middle East. Now he’s directing Assad’s war in Syria. (Filkins, 2013)  En dicho artículo, el redactor hace alusión, con el nombre del cuadro, a la ubicuidad de Soleimani en el temprano frente de batalla que planteó la rebelión contra el gobierno de Bashar al Assad, a cuyo auxilio acudió Irán. La imagen en mención, muestra la resonancia de una figura cuyo peso se acrecentó con la ofensiva de los grupos terroristas que saltaron a la palestra con el inicio de la guerra en Siria.  Sirva para ilustrar el peso, como elemento del imaginario martirológico iraní, el hecho de que, a horas de producida la muerte de Soleimani, el artista gráfico Hassan Ruholamin difundió una imagen de este siendo recibido en el Paraíso por el Imán Alí. 

Con la experiencia mencionada, visualizó la emergencia que existía en Siria debido a la emergencia del Daesh o Estado islámico desde 2014, por tanto gestionó una reorganización de las fuerzas militares y paramilitares sirias, a las que unió combatientes iraníes, iraquíes, afganos y pakistaníes (Véliz Catalán, "Primavera” frente a una dictadura resiliente, crisis del régimen baasista y guerra civil 2011-2017: análisis del conflicto sirio desde la Historia Política”, 2017).  Dicha amalgama se forjó ejerciendo el elemento religioso y sectario como aglutinador, ya que se trataba no de milicianos gubernamentales o de fuerzas insurgentes, con algún margen de politización, sino de brigadas cohesionadas por la confesión chiíta, lo que constituyó una apelación a la fe más que a la conciencia política desatada por el apoyo estadounidense a los enemigos de Assad para combatir al sunnismo extremista (Arango, 2020).

El impeachment contra Trump: situación “delicada” en lo interno que predispone una ofensiva contra Irán

Pocas administraciones estadounidenses resultan tan controvertidas como la de Donald Trump.  Hace poco más de dos décadas, el segundo mandato de William (Bill) J. Clinton fue signado por los escándalos sexuales en la Casa Blanca; pese a ello, esta saga no tenía conexiones ni proyecciones con la política exterior.  Caso contrario es el de Trump, el cual está adversado desde su elección como presidente, pues existen denuncias del uso de hackers rusos para manipular el voto electrónico.  Además de ello, pesan sobre el mandatario acusaciones de abuso sexual de menores (está sindicado de pertenecer a la red de abusos de Jeffrey Epstein)

La aglomeración de causas contrarias a los intereses de Trump es tenido, por varios analistas como el principal motivo de la presión aplicada a escenarios externos como Medio Oriente.  Su filiación con importantes grupos judíos aglutinados en el AIPAC y el gobierno hebreo a través de su yerno y asesor Jared Kushner, le ha hizo compatible con la administración del recientemente cesado Benjamin Netanyahu, que ha redoblado la represión contra los palestinos que habitan en Jerusalén, hacia donde se trasladó la embajada estadounidense, gesto que algunos países de su órbita secundaron.  Ambos funcionarios están acusados de corrupción y sobrellevan seguimiento legal, hallándose el israelí con acusaciones de fraude y soborno.

La razón por la que se vincula el asesinato de Soleimani a este proceso es que existe una conexión, en el análisis, de los intereses de Trump con los del sionismo y Arabia Saudita, ambos enemigos jurados de la Revolución Islámica.  La expansión lograda por Irán en la lucha contra los grupos terroristas sunitas extremistas que aprovecharon el caos de la llamada “Primavera Árabe” para proclamar el Estado Islámico en Siria e Irak constituía una amenaza para los aliados de Estados Unidos a mediano y largo plazo, lo que se vio reflejado en el ataque a la embajada estadounidense, lo que disparó la alarma más por el sensacionalismo noticioso que por desarrollarse una escena a lo Teherán 1979.  Coincidentemente, esta amenaza a Estados Unidos y sus aliados también constituía un riesgo para el frente liderado por Irán.

 Además, la renuencia de Irán a desistir por completo de sus programas nucleares es otro asunto tensionante que se ha mantenido como uno de los frentes de batalla que muchos políticos norteamericanos han utilizado en provecho propio.  Como sucede con Corea del Norte, los desafíos generados por el diferendo nuclear de parte de los líderes iraníes son instrumentalizados como amenazas a neutralizar por Estados Unidos, lo que termina haciéndolos asuntos de política interna.  Tanto Trump como sus adversarios y predecesores utilizan la “amenaza iraní” con fines estratégicos con miras a nuevas elecciones,  constituyendo una baza, así como  elemento que asoma en  los debates y discusiones con miras electorales, modulando el juego político y los procesos electorales a partir del ritmo de los acontecimientos en Medio Oriente y a su vez, influyendo en la región, proyectando la política estadounidense en ella.

El impeachment o juicio político iniciado el 24 de septiembre de 2019, causó grandes discusiones en jornadas enteras de sesiones, se terminó centrando en una acusación contra Donald Trump por abuso de poder y obstrucción a la justicia.  Se trataba de la cuarta ocasión en la que un presidente estadounidense era objeto de requerimientos judiciales, siendo un antecedente cercano el juicio a Bill Clinton por abusos sexuales en la Casa Blanca en 1998.   No obstante, al existir una mayoría de representantes republicanos en el Senado, la ofensiva de los demócratas no logró emprender el camino de su destitución en enero de 2020, preparándole el camino para fortalecer su posición con vistas a la campaña electoral por el período 2020-2024. Nuevamente, los gobernantes estadounidenses incorporan su política hacia el mundo islámico como acicate para lograr un empuje en el interior del país.

No obstante, Trump fue derrotado en los comicios del mes de noviembre por el demócrata Joe Biden, relajándose mediáticamente la atención sobre el impeachment y aplazándose la decisión sobre si el expresidente será juzgado a corto plazo o no.  Esta situación coincide con el desarrollo de la pandemia de Covid-19, cuya magnitud ha puesto en jaque a Estados Unidos, el principal país afectado, que para fines de junio de 2021 contabiliza más de 33 millones de contagios; ante ello, la centralidad mediática se ha desplazado, registrándose un nuevo impasse en el que Irán también se enfrenta a las sucesivas olas de la infección y ha elegido nuevo presidente al jurista de línea dura Ebrahim Reissi, con lo cual quedan asegurados, al menos, cuatro años de continuidad para la lucha dialéctica entre Estados Unidos y el país asiático.

Soleimani para la posteridad, un elemento más en la escalada sectaria: mártir chiíta contra el terrorismo sunnita

Al saberse la noticia de la muerte del general, de nuevo las calles, escuelas y hogares iraníes se tiñeron de un color anti estadounidense, dando lugar a la renovación de la clásica animadversión contra la potencia mundial.  Mediáticamente, se consideró la acción de Trump como una manifestación de la más cruda arbitrariedad al matar arteramente a quien ya se tenía en Irán elevado a la estatura de héroe nacional, inferior en arrastre y convocatoria popular solamente ante los líderes religiosos Khomeini y Jamenei, elevados a la estatura religiosa de “Ayatollah” o “Reflejo de Dios”.   

La muerte de Soleimani, debido a su proyección en la lucha contra el terrorismo de al Qaeda, Daesh y sus aliados sunnitas, también fue llorada fuera del país, constituyendo un hecho generador de memoria y convocatoria para la continuidad de una postura antiestadounidense recalcitrante, el cual es tenido por muchos analistas y comentaristas como trascendental en lo sucesivo.  El solo hecho de haber tenido un funeral en Bagdad y Karbala, ésta última ciudad una de las principales ciudades santas del mundo chiíta, y ser invocado como mártir desde Líbano hasta India muestra un gran impacto en las generaciones del presente y las venideras, algo que trasciende de Medio Oriente y se proyecta al mundo islámico, hegemonizado por la vertiente sunnita.  

Este fue un factor que no tomó en cuenta Donald Trump, a la muerte de una figura emblemática, le sucede una oleada de identificación popular que, indistintamente si este ataque se “vengó” con el ataque iraní a las bases  al Assad y otras situadas al occidente del Éufrates, tendrán en Soleimani un modelo de lucha por la recuperación de la dignidad, lo que planteará nuevas expresiones de una postura que se profundiza con la continuidad del intervencionismo neo imperialista corporativo que continúa drenando la riqueza petrolera de la región e influyendo en sus procesos internos.

A un año y medio del magnicidio, Soleimani, ícono iraní

Debido a la jerarquía alcanzada en vida por Qassem Soleimani, su asesinato se inserta en el martirologio iraní de una forma particular, por cuanto se presenta, según la visión chiíta dominante en Irán, como un mártir frente al odiado enemigo norteamericano.  Sin embargo, pese a que podría pensarse en la existencia de una homogeneidad a nivel ideológico, esta apreciación puede matizarse en niveles, entre los que conviene destacar la visión oficialista, que, inevitablemente, hace de él un mártir de la fe, un “chahid”.

Esta dimensión de la eliminación física del militar más importante y poderoso de Irán se reflejó en alegorías gráficas donde se le representó siendo abrazado por el imam Hussein, figura clave para los chiítas.  Debido a que, esta rama del Islam, al contrario que la sunní (ortodoxa) permite la representación de la figura humana, casi inmediatamente después de su muerte, sus retratos e ilustraciones se popularizaron en marchas y manifestaciones en los que, millones de personas expresaron su sentir tras su desaparición.

El primer aniversario del asesinato estuvo marcado por concentraciones y actos conmemorativos, en los que, a pesar del estado de emergencia desatado por el Covid-19, muchos habitantes se manifestaron sentidamente por la ausencia de Soleimani.  Destaca el acto multitudinario realizado el día 1 de enero en la Universidad de Teherán donde, el ahora presidente electo, Ebrahim Reissi, llamó a buscar la venganza por la muerte del militar y a efectuar un “duro castigo” a los perpetradores del magnicidio (Mehdi, 2021).  En dicha concentración, el canciller Muhammad Javad Zarif secundó al entonces presidente del poder judicial, añadiendo a sus declaraciones el señalamiento de que, la muerte del destacado jefe castrense tuvo lugar en el marco de una provocación estadounidense para que Irán entrara en guerra. (Mehdi, 2021).  La dimensión trascendente de esta convocatoria se encuentra en que a ella acudieron representantes de los aliados iraníes en la región, contando con delegados de Hezbollah, Hash al Shaabi y el gobierno de Siria.

Como puede inferirse, Soleimani se ha convertido en una figura representativa de la lucha contra Estados Unidos, la cual se incorporará a los idearios e imaginarios de muchos grupos chiítas, los cuales forman un frente común, cohesionado como nunca debido a la acción del militar iraní, verdadero estratega en la lucha contra los brotes de extremismo sunnita.  Con el paso del tiempo, se podrá comprobar si, este martirio condicionará el surgimiento de nuevos liderazgos o si, la situación entre Estados Unidos e Irán, en lugar de desembocar en un conflicto externo, continúa limitada a la guerra económica expresada en las sanciones económicas impuestas, y al conocido diferendo nuclear, que como la lucha contra el terrorismo, se ha convertido en elemento fundamental para negociar con el exterior.

Conclusiones

La muerte de Qassem Soleimani el 3 de enero de 2020 supone un duro golpe al Eje de la Resistencia, una articulación política basada en compatibilidades religiosas que adversa la presencia y expansión estadounidense en Oriente Medio.  El general iraní fue el artífice de una contraofensiva contra los grupos sunitas que proclamaron el Estado Islámico, lo que fortaleció a actores políticos compatibles ya en lo que respecta a la religión, ya en lo concerniente a la ideología, que van desde el gobierno de Bashar al Asad, del partido Baath, caracterizado por el secularismo hasta el Hezbollah o Partido de Dios libanés, expresión política y militar de la secta chiíta.

Una de las particularidades de la coyuntura conflictiva en que Soleimani resulta muerto incluye una coincidencia entre el asalto a la embajada de Estados Unidos por milicias de la Protección Popular y ejercicios militares conjuntos con Rusia y China.  Dentro de Irak, muchos sectores chiítas filo iraníes presionaron al gobierno para lograr una retirada de las fuerzas estadounidenses que permanecen acantonadas en bases de ubicación estratégica. 

Oficialmente, Donald Trump ordenó la muerte de Soleimani pretextando su peligrosidad como elemento antiestadounidense y “cabeza” visible de un bloque político y militar opuesto a los intereses de su país.  Su ejecución fue presentada, ante la opinión pública estadounidense como una medida disuasiva para evitar que Irán continúe fortaleciéndose y establezca de forma permanente un corredor de influencia por el cual se difunda la no aceptación de la injerencia y presencia militar y económica de Estados Unidos.

La administración Trump utilizó la muerte de Qassem Soleimani como un golpe de fuerza ante la opinión pública estadounidense y los medios de comunicación contribuyeron a que se interpretara como demostración de poder en medio de serios cuestionamientos éticos y legales.   En búsqueda de una opinión favorable, el presidente logró utilizar la eliminación de un enemigo para mostrar fortaleza en una región en la cual, la hegemonía iraní predispone la obtención de consensos para la evacuación de las fuerzas militares estadounidenses.

 El asesinato de este líder, del lado iraní y chiíta, levantó una ola de indignación y solidaridad con Irán nunca vista, lo que constituye un elemento más que cohesiona al Eje de la Resistencia, profundizando el sentimiento antiestadounidense y tomando al fallecido como figura emblemática en la defensa de los intereses y valores de las sociedades islámicas.  La nueva administración iraní, dirigida por Ebrahim Raissi, jurista de línea dura, tendrá en el asesinado del militar mencionado una baza ideológica, que actualiza la orientación de la República Islámica a compatibilizar su dirección política con el aspecto religioso.

Trabajos citados


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(*) Néstor Véliz Catalán es guatemalteco. Profesor en Historia y Ciencias Sociales, Escuela de Historia USAC (2006). Estudiante Licenciatura para la Enseñanza de la Historia. Investigador independiente en Historia Política de Guatemala y Centroamérica, Historia Universal e Historia de la Educación.

Comentarios

  1. Gracias por una ponencia magistral! Enriquecedor y profundo análisis.

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    1. Muchas gracias por su apreciación Ingrid. Un gran placer compartir el artículo. Si gusta, le podría compartir el archivo con las notas de pie de pagina omitidas aquí. Saludos.

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